Esta colección ilustra el desapasionado estudio que vengo realizando desde hace lustros sobre tipología clerical católica, un estudio cuyas conclusiones, aún siendo específicas para esta confesión segregada del cristianismo, pueden no obstante ser extrapoladas a cualquier otra.
Resumiendo, para mejor entender el tono de los cuadros, podría decirse que sólo hay dos clases universales de clérigos: Los clérigos Alfa, que son los listos; y los clérigos Beta, los tontos.
Los tontos, a menudo confundidos con simples beatos, son aquellos incapaces de razonar. Los listos, casi siempre actuando en puestos de responsabilidad dentro de la jerarquía, son quienes descubrieron la superchería que predican y, en vez de pedir disculpas y abandonar la secta, optan por continuar tomando el pelo al personal, mientras se enriquecen cobrando del estado, recibiendo limosnas, heredando pisos, tierras, acciones y depósitos a plazo fijo de las viejecitas provincianas y otros tontos del lugar. Además de seguir beneficiándose de privilegios jurídicos, sociales y económicos que, en algunos casos, como ocurre en España, son contrarios a la Constitución del país. Privilegios contrarios a la Constitución y al sentido común, cual es el caso de la inmatriculación, por ejemplo, gracias a la cual los obispos ponen a nombre de la iglesia cualquier propiedad que tenga dudoso titular, actuando como notarios.
Vuelvo al estudio que nos compete. De las dos especies clericales se derivan múltiples subespecies y un sólo caso de hibridación, entre beta y gamma: las monjas.
Las monjas, en contra de lo que podría suponerse, no son ciudadanas de libre raciocinio, sino clones procedentes de un trozo de madera de alcornoque. Pertenecen por derecho propio a la clase de seres oprpimidos y entre sus cualidades más destacables figura la de no haberse preguntado jamás por qué su señor Jesucristo resucitó al tercer día y no al quinto, o al segundo, o al décimo cuarto. O más simplemente, por qué tuvo que ser Jesucristo y no Jesucrista.
Comparten con los demás grupos y con el resto de la feligresía, un pequeño detalle ya anotado en el subtítulo de este artículo, cual es que, para entender la religión, sobra la cabeza.